A poco más de un mes de la temporada navideña, la llegada de una nueva generación de juguetes y peluches con inteligencia artificial, despertando preocupación entre especialistas en desarrollo infantil. Aunque estos productos prometen innovación y experiencias interactivas, también abren la puerta a riesgos que podrían afectar la formación social, cognitiva y emocional de los niños.

Los juguetes con IA —capaces de responder preguntas, conversar y adaptarse al comportamiento del menor— se posicionan como una alternativa para reducir la exposición a pantallas. Sin embargo, expertos advierten que estas herramientas simulan interacciones sociales sin ofrecer el intercambio humano auténtico que resulta esencial en la infancia.
Históricamente, la industria juguetera centro sus controles en la seguridad física: piezas pequeñas, materiales resistentes o mecanismos de protección. Pero con la irrupción de la inteligencia artificial, el reto se desplaza hacia la regulación de algoritmos, la calidad de las interacciones y la protección de los datos que estos dispositivos pueden llegar a registrar.
¿Cuáles son los principales riesgos de los juguetes con IA?
Uno de los puntos que más inquieta a especialistas es la manera en que estos juguetes pueden reforzar conductas o validar cualquier afirmación del menor sin ofrecer límites ni negociación. Este tipo de respuestas aduladoras puede generar dependencia afectiva y dificultar el aprendizaje de habilidades sociales básicas, como el manejo de desacuerdos, la resolución de conflictos o la comprensión de normas.
Además, se reportaron casos en los que, tras periodos prolongados de interacción, los dispositivos comienzan a emitir respuestas inadecuadas o fuera de los parámetros establecidos, incluyendo comentarios inapropiados o recomendaciones peligrosas. Esto revela la ausencia de estándares sólidos y de mecanismos de supervisión más estrictos para productos dirigidos al público infantil.

Riesgos en privacidad y registro de datos
Otra fuente de preocupación es la privacidad. Muchos juguetes equipados con micrófonos o sistemas de activación por voz pueden grabar conversaciones de manera parcial o continua. Mientras algunos modelos solo se activan al presionar un botón, otros permanecen atentos permanentemente, registrando audios del entorno sin que los menores o sus familiares sean plenamente conscientes de ello.
Estas grabaciones pueden ser enviadas a aplicaciones vinculadas o a servidores externos, lo que abre un debate urgente sobre cómo se almacenan, quién accede a esa información y con qué fines podría utilizarse.
Explicar a un niño que un peluche —su confidente, su compañero de juegos— podría estar registrando lo que dice y enviando esos datos a terceros es un desafío que subraya la falta de claridad y transparencia en este tipo de productos.

Un debate abierto sobre su valor para la infancia
Aunque existe entusiasmo comercial por los juguetes inteligentes, el debate sobre su verdadero aporte al desarrollo infantil sigue vigente. La inmediatez de las respuestas automáticas podría desplazar espacios esenciales para la imaginación, la creatividad y el juego simbólico, pilares fundamentales en el crecimiento cognitivo.
Especialistas llaman a establecer regulaciones más estrictas y a fomentar un consumo informado entre padres y cuidadores. La tecnología puede enriquecer la experiencia de juego, pero siempre debe estar acompañada de criterios sólidos de seguridad, ética y bienestar infantil.